Si invierte en línea o dispone de una cartera bursátil, sin duda habrá oído hablar del término «value at risk». Este término apareció en los años 80, lo creó el banco Bankers Trust en lo que respecta a los mercados financieros estadounidenses y fue democratizado en los años 90 por el banco JP Morgan con su sistema de RiskMetrics. Antes de este período era imposible comparar las diferentes medidas de riesgo de las actividades del mercado con los métodos utilizados. Sin embargo, con el tiempo, los productos derivados se han multiplicado y la volatilidad de los mercados financieros ha aumentado mucho, lo que ha conllevado al mismo tiempo crashes bursátiles sucesivos. Esto ha empujado a las instituciones financieras a desarrollar un modelo de indicador de riesgo común. Fue así como nació el indicador del que le hablaremos en este artículo y que se convirtió, desde los acuerdos de Basilea en 1995, en uno de los indicadores indispensables de la evaluación del riesgo financiero.
Ahora nos tomaremos unos instantes para definir de una forma más concreta el value at risk. Este término designa una pérdida potencial máxima para un inversor y para un activo específico o una cartera de activos, la cual puede alcanzarse con una probabilidad específica y un horizonte determinado. Se trata del peor escenario posible para un período determinado y asociado a un índice de confianza.
El value at risk puede interpretarse como un indicador de distribución de pérdidas y beneficios para un activo o grupo de activos y respecto a un período concreto.
Para definir esta medida de riesgo, deben tenerse en cuenta tres elementos diferentes:
Para evaluar el value at risk, también es necesario basarse en tres grandes hipótesis. La primera es la normalidad de la distribución de pérdidas y beneficios, integrando el hecho de que consideramos que la evolución del precio de un instrumento financiero sigue una distribución log-normal. Una segunda hipótesis tiene que ver con la relación entre un value at risk a N días y un value at risk a 1 día, puesto que en este caso se considera que el VAR a N días equivale a la raíz cuadrada de N multiplicada por el VAR a un día. En cuanto a la última hipótesis, tiene que ver con el rendimiento medio de un activo financiero que está considerado como nulo en el período correspondiente.
Como hemos visto más arriba, el cálculo del VAR depende en gran parte de la estimación de la distribución de las pérdidas. Para ello, existen dos métodos. El más antiguo consiste en utilizar únicamente el valor de la posición en el pasado. Si se trata de una cartera de activos, reconstituiremos el valor pasado de la misma a partir de los diferentes precios de los activos de su composición actual. Una vez que se hayan determinado los factores de riesgo, utilizaremos el historial de los datos con el objetivo de descontar una suma correspondiente a las pérdidas. Con este método utilizamos, pues, pocos cálculos y técnicas. Además, este método de evaluación del VAR no requiere ninguna hipótesis previa respecto a la forma de esta distribución. Sin embargo, el hecho de que este método sea tan sencillo también presenta algunos inconvenientes. Por ejemplo, es necesario que el historial sea lo suficientemente amplio en comparación con el horizonte del VAR y su nivel de confianza, pero no debe ser tampoco demasiado amplio, ya que debemos estar seguros de que la ley de probabilidad no ha evolucionado demasiado en este período. Otro inconveniente de este método es que no funciona para los productos derivados.
Sin embargo, existe otro método habitual de cálculo del VAR, que es el método analítico o paramétrico. Este se basa en cálculos estadísticos y consiste en definir una fórmula que representa las pérdidas y los beneficios. Este segundo método se basa en diferentes hipótesis, por ejemplo, en el hecho de que las variaciones de los factores de riesgo siguen la distribución normal, que la relación entre las variaciones de los valores de la cartera y las variaciones de los valores del mercado es linear y que los productos derivados son lineares y las obligaciones pueden reducirse a pay-offs lineares.
Ahora nos interesaremos por el uso específico del indicador value at risk y por las personas o instituciones a las que está destinado. En realidad, el VAR lo utilizan, sobre todo, los bancos, y está destinado tanto a los profesionales de los mercados como a los operadores de mercado, gestores de fondos privados o gestores de fondos institucionales, a los risk managers, responsables de la gestión del riesgo y del control de la gestión de riesgo, así como a los contables y a los clientes institucionales.
Como acabamos de ver en este artículo, el value at risk representa, de cierto modo, la pérdida potencial máxima de un activo para un período determinado. Sin embargo, también hemos podido constatar que su evaluación se basa casi siempre en elementos imprecisos que pueden influir de forma directa en el resultado obtenido.
Los límites del value at risk que acabamos de señalar han conllevado el establecimiento de métodos de control adicionales como el backtesting y el stresstesting, que ahora se han vuelto obligatorios, para comprobar los resultados de este indicador. El backtesting sirve concretamente para determinar el número de veces que la pérdida real obtenida ha sobrepasado la evaluación determinada por el VAR. Cuando este número es alto, es necesario revisar el método de cálculo utilizado. El stresstesting es otro método de validación del VAR puesto en marcha por el comité de Basilea. Estas pruebas impuestas funcionan sometiendo las carteras de activos a condiciones extremas de mercado para observar su comportamiento frente a escenarios extremadamente negativos.
Sin embargo, aunque el value at risk presenta algunos defectos que acabamos de explicarle, sigue siendo un instrumento de evaluación interesante para la gestión del riesgo, ya que procura una medida cuantitativa de este riesgo. Así pues, debe tener en cuenta este indicador cuando especula con un activo o con una cartera de activos, pero también debe utilizar, en paralelo, otros métodos de evaluación del riesgo y colocar sus órdenes de stop en los niveles adecuados.
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